viernes, 27 de noviembre de 2020

MY NAME IS LUCAS

 


Artículo escrito por MIGUEL QUEIPO, periodista (Soymadridista.com) 
y técnico en comunicación y márketing.

O mejor, “o meu nome é Lucas”. El de Vázquez, claro. El de nuestro Luqui. Tuvo que ser en Milán, en el San Siro-Meazza, donde el gallego de Curtis que porta el 17 en su camiseta del Real Madrid volviera a dejar claro que esto del madridismo no trata de haber costado muchos millones de euros, ni de tener unas condiciones técnicas muy superiores a la media. Esta vez no le hizo falta hacer malabarismos con el balón mientras se dirigía al punto de penalti para ajusticiar a Oblak. Tampoco necesita de estridencias fuera del campo para que le quieran. A Lucas le basta y le sobra con hacer lo que mejor sabe: defender el escudo que adorna su pecho dejando por el camino hasta la última gota de sudor.

Lucas, Lucas Vázquez, se ha llevado palos hasta en el cielo de la boca desde la temporada pasada. Porque le cierra el paso, dicen, a jugadores con una enorme proyección y porque impide, parece, el fichaje de nombres que todos tienen en su equipo de videojuegos pero que no puede recalar en la realidad porque este chico, el de los kilómetros incansables arriba y abajo por su banda, defendiendo como jugábamos al escondite de pequeños (“por mi y por todos mis compañeros”), es un tapón. Y como no les gusta Lucas, por añadidura el culpable es Zidane, que va el tío y tiene la desvergüenza de apostar por él.

Cuando Luis Usera, el fabuloso ex presidente madridista, apostó por aquello de “grandes jugadores implican grandes taquillas” (porque, extrañamente, no fue Don Santiago Bernabéu quien puso en práctica ese precepto que va impregnado en el ADN madridista), lo que hizo fue traerse durante la República a tres nacionales, Zamora, Ciriaco y Quincoces, que hasta la llegada de Di Stéfano fueron quizás la parte más blanca de la bandera del Madrid, con permiso del fabuloso Félix Quesada, de René Petit y de tantos otros. Lucas es canterano (en aquella época no existían los filiales), pero su regreso a la Casa Blanca procedente de su mili en el Espanyol es, sin duda, el mejor acierto de Rafa Benítez en su etapa como mister blanco. Volvió como el que menos ganaba de la plantilla y sin rechistar ninguna suplencia, ningún desplante, ninguno de los innumerables insultos que le han propinado. Y sin saber, a día de hoy, si le van a renovar o no.

Lucas se dedica a trabajar. Quizás no le salga ese regate. Quizás ese centro se le haya ido un poco largo cuando parecía más sencillo. Quizás no ha dejado espacio para que le doblara su lateral en esa jugada. Pero de lo que nadie puede dudar jamás es de que Lucas lleva enhebrado el escudo del Real Madrid hilo a hilo en su pecho, y de que pese al estruendo de descalificaciones que le son dedicadas cada vez que no le salen las cosas, volverá a intentarlo, una vez más. Y otra. Y otra. Porque se llama Lucas Vázquez. Y es de los nuestros.

 

 s.

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