Artículo escrito por el periodista TOMÁS GUASCH
Veinte
de mayo. San Pedja. Fueron unos días magníficos. Estaba yo en el AS y llegamos
la víspera. A Amsterdam, digo. Relaño, Roncero, Tirado y yo nos fuimos a la
casa donde nació Johan Cruyff, Dios le tenga en su gloria. Un barrio de casitas
bajas donde todos se conocen. A uno de ellos le dio por decir que era menester
espantar fantasmas. Que debíamos acercarnos y poner una bandera del Madrid en
la puerta, la cancela, en cualquier parte. Y retratar el momento, claro.
Equivalía a meter el primer gol.
Pero en nuestro fuero interno pensábamos que para ganar a aquella Juve no bastaba con una foto, una bandera, unas risas.
El golpe decisivo lo vivimos en las afueras del Amsterdam Arena, un par de horas antes del partido. Queríamos visitar el museo del Ajax, irle tomando el aire al partido y, de pronto, a un lado, apoyado en una columna, estaba Luis Molowny. Relaño, Torrico y yo gritamos: ¡El Mangas! Molowny, el ídolo de mi madre cuando se vino a Barcelona (1950) era un hombre-flor. Verle era la señal. Iba a ganar el Madrid. Molowny no había hecho ese viaje para perder. Él, no.
Ojo. Con el tiempo supimos que Mijatovic llegó al partido con eso que llamamos ciertas molestias. Estuvimos en el último entrenamiento del Madrid y no notamos nada. Vimos que cuatro o cinco se reían. Los demás, nada. Heynckes, el técnico, tampoco era la alegría de la huerta. También vimos a la Juve. Daba miedo. Es probable que aquel equipo haya sido el rival más fuerte y mejor que el Madrid ha enfrentado en una final, tiempos modernos por supuesto. Que el Milán de la Tercera era cosa fina, cuentan. Repasen aquel equipo italiano: a mi me sigue acollonando.
Empezó el partido. La tropa blanca sufría. Nosotros, menos. ¡Habíamos visto a Molowny! Pasó el tiempo y llegó el gol de Mijatovic. Y acabó una sequía de 32 años. La vuelta la hice en el avión del Madrid y tuve ocasión de escribir una larga entrevista con él, me dio para tres capítulos. Me sorprendió sobre todo como celebraron su gol en Podgorica, su pueblo: “Pegando tiros. Alí festejan así. Salieron con sus escopetas y pim-pam-pum”. El abrazo a Lorenzo, Sanz por supuesto. Las fotos de la prensa con la Copa, la noche de autos. Eran otros tiempos. Hoy se cumplen 22 años. Dentro de 222 seguiremos recordándolo. Nosotros, Dios sabe dónde…
Me falta el final. Llegamos al hotel sobre las cinco de la mañana. Estaba en Utrecht, en Amsterdam no habíamos encontrado habitación. Llegué y me fui hacia el teléfono. Llamé a Barcelona, a un amigo de toda la vida, muy culé. Fue una conversación breve después de seis o siete timbrazos.
Pepe,
soy yo.
¿Pasa
algo?
Que
qué ha hecho el Madrid…
Colgó.
Creo que se acordó de mi madre.