La radio es uno de los grandes altavoces del deporte y,
especialmente, del fútbol. Siempre ha sido así. Y lo seguirá siendo muchos años
más por los goles de los goles. Llevo desde el año 1988 hipotecando mis fines
de semana por el fútbol. Y no me arrepiento de haberle robado a la familia
tanto sábado y tanto domingo de libertad. Repaso todas las satisfacciones que
me ha ido dando la radio y bendigo aquel instante en que los jefazos de la SER
me entregaron la animación del Carrusel
Deportivo con todas las consecuencias. El reto era de los que imponen
respeto, nada más y nada menos que sustituir a la piedra angular de aquel
programa, al increíble e irrepetible Joaquín
Prat. Había sido mi ídolo desde que este cuerpo gallego sintió el primer
temblor radiofónico y periodístico. Y ese detalle hacía todavía más complicado
aquel salto en el vacío de mi vida. Desde entonces, he vivido a tope todo
cuanto de fútbol y de deporte ha sonado en este país. No puedo olvidar el
primer día, en aquel estudio grande y medio vacío, cuando Joaquín Durán, el Vicente Marco de aquellos años, me puso el capote
para que entrase en el ruedo con todas las de la ley, embistiendo como un
valiente. Luego, vino Antonio Martín
Valbuena, alma grande del baloncesto y de la calma, que me ayudó a creer
que no me había equivocado cambiando de tercio en mi carrera, hasta entonces
ligada íntimamente a la música. La llegada de Paco González en 1992 marcó el inicio de lo que había de ser, con
el paso del tiempo, la gran revolución del Carrusel. Gracias a él, se hizo
realidad aquello de que la radio tenía que ser el sonido de la vida. Y los
fines de semana la vida era, por encima de todo, la fiesta del gol. Entonces, los partidos coincidían a la misma
hora, sólo uno de ellos se apartaba del horario establecido, que siempre solía
ser el más importante de la jornada. Nos acostumbramos a las Rondas
Informativas vertiginosas, de campo en campo, de alineación en alineación, de
gol en gol, de penalti en penalti, de tarjeta en tarjeta. Era una locura
radiofónica que le daba a la radio un ritmo trepidante y feliz. Así estuvimos
muchos años, viviendo, como auténticos
enamorados del fútbol, unas largas tardes de audiencia fiel. Pero lo bueno no
suele durar demasiado. Un día de 2010, inesperada y dolorosamente, dejamos la
SER un grupo de locos por la amistad, siguiendo a Paco González en su adiós a su casa y a su programa de siempre. Nos
fuimos con él, sencillamente porque teníamos que irnos con él, a donde fuese.
Llegamos a la Cope como elefantes en
una cacharrería, más o menos. Más de cincuenta personas irrumpiendo en una
redacción como aquella fue un suceso espectacular e inédito hasta entonces en
la historia de este medio. Tengo que
decir que los profesionales de Cope
nos dieron un ejemplo muy hermoso de
cariño y de emoción cuando llegamos, desde los de abajo a los de arriba,
haciéndonos sentir, desde el primer día, que acabábamos de llegar a nuestra
casa. Desde entonces, ha sido así, es nuestra casa. Pero con nuestra llegada a Cope llegó también la revolución de los
horarios, que se había ido gestando en los últimos carruseles en la SER. La locura de las televisiones
dinamitó el orden establecido, se acabaron las rondas informativas, se acabó la
radio trepidante, se murió el ritmo del fin de semana, se acabaron los partidos
a la misma hora y, en nombre de no sé qué argumentos de audiencia, las radios
todas – y la nuestra también – se quedaron sin su sonido característico. Nos ha
constado años acostumbrarnos y creo que aún no nos hemos acostumbrado del todo
a tener un partido a las cuatro, otro a las seis, otro a las ocho, otro a las
diez, y así sucesivamente, y la mayoría de ellos auténticos coñazos de difícil
digestión. Sólo el ir agrupados en el
mismo horario les liberaba de la monotonía los había más digeribles. Hemos
protestado, hemos pataleado, hemos intentado miles de sugerencias para acabar
con esta atonía y ha sido imposible. El argumento, que a las televisiones les va bien así y a las
radios, que nos vayan dando. Cuesta hacer efectiva la publicidad en un Tiempo de Juego de 9 horas, cuesta
mantener el tipo alegre y desenfadado durante todo ese tiempo, pero es lo que
hay. Y a pesar de que se vacíen los estadios y la gente se canse de tanto
fútbol todos los días, y las quinielas se resientan peligrosamente, los que
mandan en los horarios seguirán destrozándonos la vida, haciendo interminables
y a veces insufribles las que antes eran unas hermosas y locas tardes del fin
de semana. A veces, hasta sueño que la cordura se impone y que vuelven los 6 o
7 partidos a la misma hora, a las cinco de la tarde, la hora del fútbol de los
domingos, y que Tiempo de Juego es,
otra vez, lo que todos queremos que sea, un programa de radio pura, con el gol como dueño y las rondas
informativas como las de entonces
alimentando todos los sonidos. Lo
peor de todo es que me despierto y Julio
Iglesias sigue cantándole a Javier Tebas y compañía que “La vida sigue igual”.
miércoles, 16 de septiembre de 2020
AQUELLAS RONDAS INFORMATIVAS !!!
Artículo escrito por PEPE DOMINGO CASTAÑO, comunicador, cantante, escritor, presentador y animador de Tiempo de Juego (Cadena COPE), con 4 premios Ondas
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